El movimiento encabezado por Emiliano Zapata tuvo peculiaridades regionales y diversos motivos, no solo el agrario, coincidieron los historiadores Felipe Ávila Espinosa y Salvador Rueda Smithers.
El trabajo histórico de las últimas décadas permite ver al zapatismo como varios movimientos de tipo regional, que defendían causas tan diversas como la indígena, la lucha de clases y el reparto agrario, dependiendo del espacio geográfico en que cada uno se extendía, y también permite distinguir con mayor claridad su influencia en los movimientos campesinos del último siglo.
Para culminar 2021 como un año de conmemoraciones -el bicentenario de la consumación de la Independencia, los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan y el centenario de la SEP, a los que El Colegio Mexiquense dedicó diversos encuentros académicos-, se realizó el foro «Horizontes del estudio del zapatismo y la revolución en el Estado de México», organizado por la historiadora Tatiana Pérez Ramírez.
El movimiento zapatista no surgió como un movimiento con un origen y conflicto racial, no era contra los blancos, sino de los oprimidos, explotados, marginados, excluidos, agraviados y de los pobres, y si bien muchos de sus integrantes eran indígenas, también había mestizos y hasta criollos, dijo Felipe Ávila Espinosa, director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).
En una perspectiva más amplia, las reivindicaciones que perseguía el movimiento revolucionario en su conjunto, no solo el zapatismo, tenían raíces sociales, económicas y políticas según la región y el estado del país, y no solo étnicas, con la excepción de los yaquis, que se sumaron al ejército de Francisco Villa con esa distinción étnica en el primer plano de su lucha.
Ávila Espinoza explicó que detrás de la Revolución hubo diversos factores desencadenantes más fuertes y más grandes que los agrarios, como los problemas de justicia, la pérdida de libertades políticas, la centralización del sistema político que imponía a líderes y gobernantes, el capitalismo agrario y la comercialización que sumergía a los campesinos en la pobreza más extrema, así como el rechazo a los impuestos, entre otros.
En particular, acentuó que el zapatismo vivido en municipios mexiquense como Malinalco, Ocuilan y Tenango del Valle era diferente al zapatismo de Morelos.
Por su parte, Salvador Rueda Smithers, director general del Museo Nacional de Historia-Castillo de Chapultepec, puso el acento en que los zapatistas se sentían indígenas, sin importar que hablaran castellano, si venían de tierras de indios o no, aunque se reconocían diferentes a los indígenas de otras altitudes.
En los documentos zapatistas siempre se menciona la lucha por la justicia para los indígenas despojados de sus tierras, pero lo indígena no era el motivo de la lucha, sino el despojo, qur era el verdadero leitmotiv, aseguró.
En la interpretación del historiador, Zapata buscó siempre el equilibrio, fue inflexible con los abusivos y mantuvo los límites territoriales de la lucha, como fue el caso del nombramiento de Ángel Barrios, de Texcoco, cómo mediador y organizador, quien equilibradamente distribuyó los rangos y limitaciones de cada uno de los grupos.
Respecto a lo que falta por investigar, el doctor Felipe Ávila se inclinó por los estudios regionales del zapatismo, mientras que el doctor Salvador Rueda Smithers consideró la necesidad de trabajos dedicados a la vida en los campamentos zapatistas y a los afrodescendientes.
Con este encuentro, El Colegio Mexiquense culminó sus actividades dedicadas a temas históricos abiertas al público en 2021 y prepara un calendario igualmente intenso para el año que iniciará en unas semanas.
Comunicado de prensa 068/2021.
Santa Cruz de los Patos, Estado de México, 15 de diciembre de 2021.